Ahí está, mi mare, con su delantal, haciendo una de las mejores cosas que se le da, entre otras, y el por qué, yo lo sé. Es un secreto a voces, es algo que todo el mundo sabe. Sus pestiños no pueden estar más buenos, así como el resto de sus comidas. No lo digo yo, lo dice todo aquel que tiene la suerte de probar alguno de sus platos.
No es la matalahúva, ni tampoco el ajonjolí, ni siquiera el toque tan dulce de la miel de flores del rancho cortesano. El remate de servir estas delicias, o mientras se hacen, viene acompañado siempre, y esto es indispensable, de un vasito de anís. Si no, no sabrían igual, ni hacerlos ni degustarlos.
De fondo, se escuchan villancicos de nuestra tierra, de Jeré, el tamborilero resuena en el ambiente de esta obra que se está forjando de la manera más artesanal. Se van cogiendo porciones, y enrolladas una a una con esmero, se le va dando la forma típica que todos conocemos, tal como si fuesen lacitos.
El fuego en la chimenea del salón chisporrotea al crujir de sus maderas, desprendiendo olor a pino y romero que mi padre le echa para impregnar el aire de ese aroma tan característico, a veces lavanda y otras laurel.
Entonces, qué más puede faltar, si no son todas esas cosas, qué será. Pues: todas ellas.
El calor de un hogar, el cariño que durante años se da entre tus seres queridos, incluidas, por supuesto, tus mascotas. Es tu familia, son los recuerdos de momentos que ya no están, pero que perduran para siempre y que trascienden de generación en generación, y que va pasando de padres a hijos y nos hace sentir bien y reconfortados. En definitiva, es el amor, ese fenómeno que todos sabemos que es y que nos cuesta tanto describir, y más que eso, expresar, hacer, sentir.
Yo encontré el amor de mi familia desde que nací, nunca me faltó, como a muchos de ustedes. Quizás en la fotografía hallé el mejor método para compartirlo. Es lo que intento transmitir cuando las hago: esmero, cariño. Son todos esos ingredientes los que hacen que las comidas de mi madre estén tan buenas. Y apuesto a que a ustedes os saben también igual de bien o mejor cuando probáis las de vuestras madres o vuestros padres.
Por eso se dice que como se come en casa, no se come en ningún sitio, ¿y no es verdad?
Ya puedes ir al restaurante más caro, que como un puchero de tu mare no hay nah.
Estas fiestas serán distintas a las que estamos acostumbrados. Si tenemos la suerte de disfrutarlas acompañados de nuestra gente, pues somos unos afortunados. Y aún en la distancia, para los que no puedan, que sepan que por muy lejos que el espíritu vaya, nunca irá más lejos que el corazón.
Feliz coronavidad 2020 a todos.
@ivandelprestamo
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