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A toda costa


 


 

Con esta foto, hecha hace cerca de un año, quise expresar un momento que pasé un tanto difícil.


Debido a circunstancias que uno no puede controlar, a veces nos enfrentamos al destino de manera adversa.

Creo que la fotografía es mi mejor terapia; me despeja la mente y con ello me libero de todos los problemas, pero paradojas de la vida, en ese momento, pensé que era la causa de los mismos. Entonces, decidí apartarme de ella por un tiempo. Enfadado y triste a la vez.


Mientras mi mente miraba hacia un lado, mi corazón miraba para otro. Un desequilibrio que a veces cambia por completo la perspectiva de vida que nos habíamos planteado y que va saliendo, sin más. Lo das por hecho, o eso piensas, porque nada más lejos de la realidad.


Tal y como representé en la foto, la cámara estaba en mi pecho, indicándome un camino que a veces puede estar lleno de obstáculos y dificultades para transitarlo. Por otro, mi rostro, casi agachado y con la mirada fija sin querer mirar hacia la parte que mi corazón indicaba.


La única manera que a veces tenemos de que se solucionen las cosas las tiene el tiempo. Porque cuando todo se calma, las cosas por su naturaleza vuelven a su lugar de origen. Es así. Tarde o temprano, pero vuelven y resurgen, porque nunca se fueron. Las capas que envuelven nuestra realidad no son más que eso, capas, que a veces por rabia, apariencias, anhelos... cubren lo que verdaderamente llevamos por dentro.


Y gracias a que así fue... Porque la echaba de menos. Porque en el fondo sabía que volvería a mi vida. Cuando nuestro corazón nos habla sabemos que esa es la verdad, aunque la tratemos de ocultar. Ahí estará esperando. Y si al final decidimos rechazarla nunca seremos nosotros mismos y eso hay que afrontarlo, aunque a la persona que tengas a tu lado no la acepte y la acabes perdiendo. Realmente no es que la pierdas, sino que al avanzar, al elegir un camino, estás dejando de ir por el otro, con lo que aquello que iba contigo por uno ya no sigue por el otro. Y ahí es donde viene lo difícil: aceptar que al final nada permanece. Que todo tiene un principio y un final, y finales que son principios de algo.


Así que después de lo que me pasó aprendí mucho, sobre mí y sobre lo que me rodea. De la vida, de la pérdida y de las cosas que nos dejamos que quisimos haber hecho y nunca hicimos por miedo, por no ser quienes somos. Descubrí que no hay mayor error que engañarse a uno mismo y que si hay que elegir un camino va a ser el que mis principios me dicten. Y me equivocaré, una y mil veces, pero ya no dudo, mi camino lo tengo claro y es aquel que mientras mi salud lo permita será el que diga mi corazón.


A toda costa...

 

@ivandelprestamo

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